Lucas Soares, autor de "Esta cosa y el pequeño emperador"
“La sorda y el pudor”, nuevo poemario de Lucas Soares, ensayista, poeta y filósofo que trabaja en temas de divulgación, es una historia coral de amor, extrañeza y azar que se completa con “Esta cosa y el pequeño emperador”, extenso poema que parece revisitar con imágenes desordenadas años de infancia y juventud.
El volumen editado por Mansalva es un díptico que Soares (Buenos Aires 1974) pensó “como los libros o historietas que presentan una aventura seguida de otra” y el título original, demasiado extenso para la portada, fue recuperado en la página anterior a los poemas donde se lee: “La sorda y el pudor seguido de Esta cosa y el pequeño emperador”.
Se trata de dos poemas narrativos independientes, relacionados de manera sutil: a partir del trabajo simultáneo, la estructura, la aspiración a que puedan leerse como un álbum de fotos y cuestiones que se le escapan al autor pero que si las comprendiera, advierte, sería una , porque “la incertidumbre es parte de lo poético”.
Filosofía zen, el crimen de un docente, un psicótico que da título al poemario, una santiagueña esperando parir en Copenhague… estos poemas “son materia sacada de la realidad y enhebrada de manera totalmente ficcional”, dice a Télam el ganador del Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2015.
También investigador de Conicet, hace unos 15 años que Soares dicta un curso de arte y filosofía en el Centro Cultural Ricardo Rojas y es docente en la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
-¿Dónde se cruzan el filósofo, el divulgador y el poeta?
-Quizá en la arquitectura del poema, para mí siempre tiene que haber algo conceptual que organice el material. No me gustan los libros de poesía sueltos, como si fueran fotogramas dispersos, en mi caso tiene que haber una película, una especie de novela detrás. “Río ebrio” es la relación de un hijo con su padre, un hijo que escribe con la escritura y el alcoholismo de su padre; “Roña” es una telenovela poética que parte de un texto de Alberto Migré; “El sueño de las puertas” lo construí en torno a las puertas del sueño de Homero y Virgilio; “Mudanza” es el impacto de las separaciones de una madre en las separaciones espaciales y afectivas posteriores del hijo; y “El sueño de ellas” son tres chicas que sueñan, Noe, Pola y Li, lo armé en torno a tres universos oníricos femeninos.
-La imagen tiene una presencia muy potente en tu trabajo.
-Soy medio fan de la imagen, me interesa la dimensión narrativa y fotográfica de mis poemas, pensar los libros como álbumes, que se lean como ensayos fotográficos y literalmente tratar que vos veas eso. Con el tiempo me fueron interesando William Carlos Williams, los objetivistas, Francis Ponge, Raymond Carver… esa poesía cruda y fotográfica de los norteamericanos que puede trabajar sobre elementos ordinarios que no son poéticos, ocuparse de cosas que supuestamente no tendrían ningún valor estético.
-¿Este registro supera el canon personal?
-Nuestra generación mira a esos poetas, a los Beatnik y a Charles Bukowski inclusive. Yo me pregunto por qué la gente tiene más afinidad con la narrativa que con la poesía. Estamos en la época del fragmento, el hipervínculo y la imagen que es la época de la poesía si querés, pero sigue siendo un género muy esotérico, alterno. Supongo que es cultural, en secundaria no tenés problemas con “Cien años de soledad”.
Si te dieran autores contemporáneos, con temas más cercanos y distinciones reconocibles, creo que hoy la poesía sería más popular. Me parece que García Lorca o Góngora tendrían que ser un resultado. “Trilce”, de César Vallejo, es como el Ulises del género, comenzar por ahí es como querer entrar a la narrativa por Joyce.
-¿Creés que esto podría cambiar?
-Tal vez se precisan otros paradigmas para que la poesía deje de ir en carroza cuando la narrativa va en fórmula uno. Este género requiere de algo iniciático, el mundo que lo rodea es más tribal, más artesanal y críptico, tiene otras formas de registro y quizá por eso nunca va a dejar de pertenecer a un circuito alternativo.
Y es difícil bancarse no entender, nuestra cultura no promueve que te banques la incertidumbre pero hay algo en el orden de la poesía que te somete a aceptar que no entendés, en el buen sentido, el de ver qué pasa en esa latencia. La poesía, en cualquier presente, va a ser un género del futuro.